Cada viaje cambia nuestra manera de entender a otros y a sus lugares. Todas las personas tenemos el mismo camino aunque, por fortuna cada quien lo vive de manera distinta.
Hace un mes tuve un viaje de esos largos, austeros, cansados, dilatados por el sol y el rodar de las llantas de la bestia.
El sol calentaba las vías tendidas en un gran desierto que era, metafóricamente, una suerte de letreros indicando la entrada al infierno; “Pasé por aquí y llegará al Averno”. “Directo a la casa del macho cabrío”. “Siga derecho y encontrará las piernas abiertas de una virgen fornicadora”.
Con todo y la contradicción , no te queda más que seguir, porque si no lo haces te comen las vías, el asfalto ardiente o la noche que siempres está llena de coyotes.
Ahí vas, caminando y buscando un pan que te quite el frío de la noche y un vaso de agua para remediar el sofocón del sol a medio día.
Al llegar, sabes que estás en la casa del diablo porque escuchas muchos idiomas, lenguas y dialectos que nacen en cada saludo.
Sabes que llegaste a la casa del cornupeta porque hace un calor de mierda. Ni a la sombra se quita, al menos hay cerveza. No todo tiene que ser malo en el infierno y bebes hasta perderte, como sea ya estás condenado y llevas una cartulina pegada en la frente en donde están escritos todos tus pecados.
Llegué a las olas del infierno a escuchar una canción
Al llegar a los mares de fuego escuché una canción que hace mucho no escuchaba. Un taquero con cabeza de conejo cantaba; Welcome to Tijuana, tequila, sexo, marihuana… Welcome to Tijuana.

Nadie te forza a ir al infierno – Cuento
A lo lejos había un grupo de hombres negros, venían de Haití, otros de Brasil, algunos de Guerrero y todos habían cometido el mismo error que yo; nacer en un lugar equivocado.
Pedí posada en una cueva antes de seguir bajando o subiendo –según el enfoque– por el infierno.
La noche fue fría. Escuché gritos de hombres y mujeres, que según me dicen, estaban siendo violados de manera obscena. Solo me quedó clavar la mirada a las piedras rotas.
Luego decidí seguir avanzando, porque las violaciones eran de manera aleatoria y aunque ya estás en el infierno, hay algo en el humano que le impide dejarse caer en la desesperanza.
Después de mucho tiempo salté una barda, era grande, pero no tanto como para frenar a miles de almas perdidas.
Del otro lado era mejor, había agua en abundancia, alcohol, drogas y sexo sin control. Para algunos ese era el infierno cruel, la forma en la que no se debía de vivir. Para mi, era la vida y nada más.
Cuando regresé del viaje, me enteré de la captura de Javier Duarte, el exgobernador más corrupto que ha tenido Veracruz y México. Fue entonces cuando entendí que nadie te forza a entrar al infierno, entras y sales cuando quieres.
Gracias por seguirme, leer y compartir.
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Carlos Alberto, Cortés Torres