A la memoria de Paquito, gracias por todo, amigo.
¿Qué clase de mujer va a la casa de un hombre solo a fornicar? A menos que no sea por dinero, no conozco a nadie.
Recuerdo que toqué tu puerta y la perra ladró, aunque me sentía nerviosa, tenía esas ganas de hacer algo prohibido.
El sentimiento por copular era mutuo, lo sabíamos. Pero te aseguro que yo tenía más ganas, por eso fuí a tu casa, por eso me pasé el rastrillo por el pubis, por eso llevé vestido y escote, por eso me puse un letrero en los labios que decía: “Cogeme por favor”.
Abriste la puerta y tenías un martillo, te vi tan masculino, tan fuerte, tan viril que no tardé en mojar mi diminuta ropa interior.
Quería que cerraras la puerta, patearas a tu perra y me tomaras como a una cualquiera. Te lo estaba pidiendo, mi diminuto vestido te lo gritaba y tu comenzabas a satisfacer tus fantasías con tu mirada, lo noté, cabrón.
Toda la tarde me preparé para recibirte como te mereces, por supuesto que también me rasure, leí que eso ayuda a sentir más y es higiénico, quería hacértelo sucio pero sin estarlo.
Cuando te ví estabas hermosa y esa palabra es prohibida para los amantes. Una amante está; morbosa, provocativa, sucia, excitante, pero nunca hermosa.
Me llevaste a platicar a tu balcón. Siempre odié tu formalidad. Eras demasiado romántico para el sexo, era como ir a un concierto de Cerati. Comienza lento, llega al clímax y cuando piensas que va a terminar, sigue y sigue.
Tu formalidad me aburrió tanto que metí mi lengua entre tus encías para que entendieras el mensaje, mis labios se movían, de hecho los otros labios también y ambos se mojaban.
Los hombres siempre tenemos la duda de saber si estaremos a la altura. Unos quieren satisfacerse, yo quería que tú disfrutaras, ahí la diferencia entre todos los que te habían llenado de fluidos antes que yo.
Me pediste que me sentara y las ganas se estaban yendo. Me gustaste siempre. Mi amiga de la universidad me contó de ti, decía que eras una máquina de bombeo. El tiempo pasaba y yo no estaba penetrada, solo permanecía sentada en la orilla de la cama.
Te quería explicar porqué era mi primera en tener sexo casual, pero cuando servía el vodka y me detuviste con tus manos mientras las deslizabas por mi abdomen; supe que no era momento de explicaciones, sino de perderte el respeto.
Sentí tus pechos y estaban rígidos. Me quitaste la camisa y pude sentir mi piel hecha terciopelo. Besaste mis pezones y tu mano derecha entró debajo de mi ropa.
Estaba dura, dispuesta a salir. La tomabas con fuerza y la lubricación se presentó entre tus delgados dedos.
Mi amiga nunca me dijo lo gruesa que la tenías, una mano no bastaba. Sé que te gustó cuando me hinque y sin soltarla la metí mi boca de un solo golpe. Eso les gusta a todos.
Pude sentir cuando lubricaste en mi boca entonces te tomé de tus ausentes nalgas y te empujé hasta que me llegó al fondo de la garganta.
En el sexo oral me gusta la suavidad, aunque parece que tu no conocías eso o al menos no te importaba.
En mi glande pude sentir tus dientes, parecías una experta pero como lo acabo de decir solo lo parecías, porque me lastimaste. Es por eso que te levanté del suelo y decidí demostrarte cómo se hacía un oral.
El abecedario; un viejo truco que ya me sabía. Parece que solo era tu fama la que te precedía, la que me calentaba, pero nada más.
Te quite la tanga pero no el vestido, el sexo oral tuvo su efecto y logró que mi erección fuera todo un monumento.
Sentí como te entró cada centímetro, tus manos se aferraban al colchón como si te estuviera arrastrando. Parecía que te dolía aunque tu cara decía otra cosa. Tus gemidos y la forma en la que me hablabas me sacaban brisas de sudor.
En esta parte llegan los fluidos, los aullidos, el clímax y la insatisfacción, también es la parte donde respondo la pregunta que coloqué al principio: ¿Qué clase de mujer va a la casa de un hombre solo a fornicar?
Una mujer que siente envidia, envidia por su amiga que se la pasa presumiendo el miembro de su hombre y dando a desear cosas que no se pueden tener. Esa clase de mujer es la que va a la casa del novio de su amiga a hacer algo prohibido.
Gracias por seguirme, leer y compartir.
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Creo que además no era muy amiga de su amiga.
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