Estaba parado delante de la línea amarilla en el andén de Tacubaya, una señora golpeó mi codo, mi codo cumplió las leyes de la física y mi celular cayó a las vías del metro.
La desgracia no pudo ser peor, un celular seminuevo con información importante y fotos inapropiadas, pero utiles para mi, se encontraba acostado en los durmientes de madera.
Para toda mi generación era una tragedia, fue como ver mi mano derecha tirada y a punto de ser aplastada.